De nuevo la camaradería, la participación de la gente, la fiesta, la hospitalidad y el compartir, brillaron como valores celtibéricos en pleno siglo XXI. Descubrimos la gente de Oseja, ese pueblo que trasmonta entre los dos valles que conforman la comarca, el del Aranda (que le da nombre) y el del Isuela. Las imágenes son mucho más elocuentes de este espíritu que se desarrolló a lo largo del día y que nos permitió descubrir las centenarias bodegas, su ricos caldos, el desconocido asentamiento celtibérico del cerro de la Muela, el maravilloso paisaje que desde allí se apercibe, con el Moncayo a un lado y la sierra de la Virgen en el opuesto….